Autora: Laura Devetach
Había una vez una ratita gris que vivía con sus papás
en una cueva tan tibia, tan tibia y tan cerrada, que un día tuvo ganas de salir.
Y salió.
Y se quedó un rato encantada en la puerta de la cueva, porque el
mundo le pareció más lindo que un jardín de quesitos. Despacio, se puso a
explorar, a oler, a mordisquear, a hacer tumbacabezas, a conocer.
Y
Ratita sintió que no hay nada más lindo que descubrir el mundo pasito a
paso.
Bailó con una hoja. Patinó sobre un papel de chocolatín. Fumó un
cigarrillo de pasto. Se puso anteojos de papel de caramelo. Tomó mate en una
flor de campanilla color lila. Se adornó con aros de arroz.
Y le dieron
unas ganas bárbaras de ponerse de novia.
Cuando vio al sol del amanecer,
tan redondo, tan naranja con luz, le dijo:
—Señor Sol, usted es muy buen
mozo. ¿Quiere ser mi novio?
— ¡Cómo no! — dijo el sol, porque la ratita le pareció preciosa—, te cubriré
con mis hilos de oro y todo el mundo será sol para los dos.
- ¡Ah, no!
—dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo
todo de sol? Bastante tuve ya con un mundo todo de cueva.
—¡Qué lástima!
-dijo el sol. Te presentaré al nubarrón, que a veces me tapa, y no es tan de sol
como yo. A lo mejor te gusta.
—Bueno, gracias -dijo Ratita.
Y se
sentó a esperar hamacándose en una violeta.
Llegó el nubarrón, vestido de
gris.
A Ratita le gustó muchísimo porque a veces tenía forma de helados,
a veces de calesita y a veces de dibujo que no se entiende.
—Señor
Nubarrón —dijo Ratita— usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?
—
¡Cómo no! —dijo el nubarrón, porque la ratita le pareció preciosa. Te envolveré
en mi capa fluflú y todo el mundo será nube para los dos.
-¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de
nube?
— ¡Qué lástima! —dijo el nubarrón. Te presentaré al viento que a
veces me empuja por el cielo.
A lo mejor te gusta.
—Bueno, gracias
—dijo Ratita.
Y se sentó a esperar recostada en un maní.
Llegó el
viento soplando flautas. A Ratita le gustó muchísimo porque se movía bailando a
la moda.
—Señor Viento —le dijo—, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi
novio?
— ¡Cómo no! -dijo el viento, porque la ratita le pareció
preciosa—. Te haré cosquillas en el pelo, y todo el mundo será viento para los
dos.
— ¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo
de viento?
— ¡Qué lástima! — dijo el muro. Y siguió quieto. Quieto, derecho,
derecho.
—Me parece que así no voy a encontrar novio —pensó Ratita.
Lo
que pasa es que ni el sol, ni el nubarrón, ni el viento, ni el muro, tienen una
colita como la mía, ni un corazón que hace tipi tepe. Yo me equivoqué.
Y
pensando así caminó y caminó por el sendero de las margaritas. De repente llegó
a un lugar donde había muchísimos ratones color café que la saludaron
amablemente diciendo:
—Cómo-te-va.
Ratita paseó contenta por el
barrio hasta que vio a Ratón-Ratón.
Estaba fabricando muebles con fósforos y
tapitas de botellas.
A la ratita le gustó muchísimo cómo silbaba y llevaba el
compás con la cola.
—¡Hola! —saludó Ratón-Ratón.
—¡Hola! —saludó
Ratita, y se acercó para mirar los trabajos.
Y sintió que al lado de
Ratón-Ratón se estaba muy bien.
—Me alegro de verte —dijo Ratón-Ratón, y
también sintió que al lado de Ratita se estaba muy bien.
— ¿Podríamos
ponernos de novios? —preguntaron los dos juntos.
Y los dos juntos
contestaron que sí y se dieron un beso con muchísimo cariño. Después siguieron
explorando, oliendo, mordisqueando y descubriendo el mundo pasito a paso.
Ratita se hizo una hamaca de plumas. Ratón-Ratón aprendió a saltar de rama en
rama como Tarzán. Ratita pintó cuadros con la punta de la cola.
Y los dos
juntos aprendieron a contarse cosas. Y los dos juntos aprendieron a ser papás.
Tuvieron hijos y les dieron una cueva tibia, pero con una puerta fácil de abrir,
para que pudieran salir a conocer el mundo pasito a paso, cuando tuvieran
ganas.
ME ENCANTOOOO !!!
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