domingo, 18 de mayo de 2014

Adela Basch-Biografía




                                                             Adela Basch

Nació un 23 de noviembre en Buenos Aires. Es Profesora en Letras de la Universidad de Buenos Aires, dramaturga, cuentista y poeta. Su literatura explora, desde el plano humorístico, los diferentes modos de abordar el lenguaje y de reflexionar sobre él. Escribió más de más de sesenta libros para chicos, gracias a los cuales ha sido premiada y distinguida en numerosas ocasiones, por ejemplo, el Premio Argentores por El velero desvelado como mejor obra de teatro para niños estrenada en Argentina en 1982, una mención en el Premio Nacional de Literatura Infantil por el libro El extraño caso del amigo invisible en 1995, el Premio Destacado de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina) por José de San Martín, caballero del principio al fin como texto dramático en 2002 y la Mención Especial por la investigación histórica en Teatro Infantil otorgada por el jurado del Festival de Espectáculos para Niños de Necochea por la misma obra en 2003. En 2010 ganó el Premio Pregonero de Honor por su trayectoria en el mundo de la literatura infantil y juvenil.
"Cuando yo nací era muy chica. Tan, tan chica, que todavía no tenía lugar en mí para guardar ni una sola palabra. Por eso no sabía hablar y menos que menos, escribir. Pero de a poco empecé a escuchar sonidos que significaban algo, y al mismo tiempo comencé a crecer. Y fue habiendo más espacio en mí y las palabras se me empezaron a acercar. Me salpicaban desde todas partes como gotas de agua y yo me las quedaba, porque sabía que había cantidad suficiente para todos.
Algunos de mis primeros recuerdos tienen que ver con las palabras que se me aproximaban cuando alguien me contaba o me leía un cuento y yo me iba guardando las que me gustaban más. Llegó un momento en que tuve tantas palabras adentro que empecé a escribir y a leer por mi cuenta. Eso fue más o menos a los seis años y me llenó de una felicidad desconocida.

Otros de mis primeros recuerdos tienen que ver con la playa. En verano me metía en el mar y me dejaba mojar por las olas, y cada una que iba y venía me cubría con espuma. Cuando la espuma se iba, quedaban palabras. Algunas venían de muy lejos y me hablaban de lugares que yo ni conocía. Otras venían de ahí cerquita nomás. Todas eran lindísimas: arena, caracoles, juego, algas, barco, escollera, muelle, orilla, navegar, sol.

En ese tiempo tenía la sensación de que el mar y los libros se parecían. Ahora que pasaron unos cuantos años, a veces me pregunto qué les podía encontrar de parecido, si son completamente diferentes.
Pero entonces me viene una oleada de recuerdos que me aclara en qué se parecían. Hay libros que me gustaron mucho y que a lo largo de mi vida  volví a leer una y otra vez. Y siempre les encontraba algo diferente aunque eran los mismos que ya había leído. Y cuando miro el mar, me parece que aunque es siempre el mismo, es cada vez distinto.
Esto que acabo de contar son algunas de las experiencias maravillosas que tuve en mi vida. Y lo bueno de la vida es que sé que aunque ya fui al colegio, ya fui a la Universidad, ya viajé un poco por el mundo, ya aprendí a amar y a escribir libros, todavía me esperan muchísimas experiencias nuevas, tan maravillosas que ni las puedo imaginar."

Fuente: http://www.librosalfaguarainfantil.com/ar/autor/adela-basch/

Elsa Bornemann-Biografía




                                         Elsa Bornemann
                                                (15/2/1952-24/5/13)
 

Una de las escritoras más importantes de la Literatura infantil y Juvenil de Latinoamérica.
Nació en Buenos Aires. Fue Profesora en Letras, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Ejerció la docencia en todos los niveles, dictó numerosos cursos y conferencias, integró variedad de mesas redondas y jurados. Comenzó a publicar libros libros para niños y adolescentes en los años 70, y su Literatura sigue vigente, siempre recolectando el aprecio de sus lectores que se renuevan generacionalmente. Fue una de las más destacadas escritoras argentinas y recibió por su labor un amplio reconocimiento nacional e internacional. Entre sus numerosos premios se destacan: Lista de Honor del Premio Internacional "Hans Christian Andersen" por Un elefante ocupa mucho espacio, galardón otorgado por IBBY (International Board on Books for Young People) por primera vez para un escritor argentino al considerárselo un ejemplo de literatura con Importancia Internacional (sic); sede Suiza de IBBY, 1976; la Faja de Honor de Sade (Sociedad Argentina de Escritores), 1972, por El espejo distraído; Cuadro de Honor en la selección The White Ravens, Alemania 1988 por El último mago o Bilembambudín; Medalla Alicia Moreau de Justo, Comisión de Reconocimiento Mujeres a Mujeres, 1995, por el conjunto de su obra literaria. Diploma al Mérito del Premio Konex, 1994 y 2004 y Konex de Platino por las décadas 1984-1994 y 1994-2004.
Falleció en Buenos Aires el 24 de mayo de 2013.

Fuente: http://www.librosalfaguarainfantil.com/ar/autor/elsa-bornemann-5/

Laura Devetach-Biografía





Laura Devetach


Nació en la provincia de Santa Fe. Es Licenciada en Letras Modernas, por la Universidad Nacional de Córdoba. Ha escrito cuentos, obras de teatro y libretos de televisión, además de realizar un importante trabajo de recopilación de relatos, poemas, dichos y coplas populares. Colaboró en los medios Clarín, Vivir, Billiken y Humi. Fue directora de colecciones de libros para niños; coordinadora de talleres de escritura y grupos de reflexión sobre temas de Literatura y Literatura para niños; coordinadora de talleres y encuentros con niños y adultos en todo el país; panelista invitada en congresos nacionales e internacionales.
Entre sus obras para adultos se encuentran Oficio de palabrera y Se me pianta un lagrimón. Entre las obras para chicos, La torre de cubos; Monigote en la arena; Quién se sentó sobre mi dedo; Un cuento puaijjj; Muchas patas; El ratón que quería comerse la luna; Una caja llena de....; Cuentos que no son cuento; El paseo de los viejitos; El hombrecito verde y su pájaro. Recibió muchísimos premios, entre ellos, Integrante de la Lista de Honor de la Organización Internacional para el libro juvenil (IBBY) 1986, y Premio Casa de Las Américas 1975, en el rubro Literatura infantil-juvenil, por Monigote en la arena. Premio estímulo a la producción literaria Fondo Nacional de las artes 1964, por La torre de cubos. Premio Argentores 1972, por Bichoscopio, Buenos Aires. Premio Trayectoria – ALIJA. Lista de Honor de ALIJA 1993, por el texto de Milongas tamaño alpiste, poemas. Lista de Honor de ALIJA, 1996 por Libro Total: Pobre Mariposa y Se me pianta un lagrimón. Su libro teórico La construcción del camino lector recibió la distinción Destacado ALIJA 2008.

Fuente: http://www.librosalfaguarainfantil.com/ar/autor/laura-devetach/

María Elena Walsh-Biografía




María Elena Walsh

    (01/02/1930 - 10/01/2011)
 
 
 

 
Escritora argentina
Nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, Buenos Aires.

Cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Desde 1945 publica sus primeros versos en la revista El Hogar, Sur y el diario La Nación. En 1947 editó su primer libro, Otoño imperdonable. En 1948, viajó a los Estados Unidos y en 1952 se radica en París, donde junto a Leda Valladares difunden el folclore argentino.

Desde 1959 trabaja como guionista para televisión, escribe obras de teatro y canciones para niños como Canciones para mirar, Doña Disparate y Bambuco. Sus canciones forman parte del bagaje cultural de los mayores y de los chicos. Muchas bibliotecas escolares llevan su nombre. Sus libros: El reino del Revés, Tutú Marambá, Zoo Loco, Dailan Kifki, Chaucha y palito, Los Poemas y Novios de antaño, entre otros fueron traducidos a otros idiomas. La editorial Alfaguara de Argentina lanzó en septiembre de 2000, la colecciónAlfaWalsh que reúne toda la obra infantil de la escritora argentina.

Recibió el Premio Municipal de Poesía, el Gran Premio de de Honor de SADAIC y el del Fondo Nacional de las Artes, entre otros.  Doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba. 

María Elena Walsh falleció el 10 de enero de 2011 a los 80 años en Buenos Aires tras una larga enfermedad. 
Obras seleccionadas

Para adultos


Otoño imperdonable (1947)
Apenas viaje (1948)
Baladas con Ángel (1951)
Casi milagro (1958)
Hecho a mano (1965)
Juguemos en el mundo (1970)
Novios de antaño (1990)
Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes (1993)
Fantasmas en el parque (2008)
Literatura infantil Doña Disparate
El Romance Del Enamorado y La Muerte
La mona Jacinta
La familia Polillal
Tutú Marambá
Circo de Bichos
Tres morrongos
El reino del Revés
Zoo loco
Cuentopos de Gulubú
Dailan Kifki
Versos para cebollitas
Versos folklóricos para cebollitas
Aire libre. Libro de lectura para segundo grado
Versos tradicionales para cebollitas
El diablo inglés
Angelito
La sirena y el capitán
El país de la geometría
Chaucha y palito
Veo Veo
Bisa vuela
Los Glegos
La nube traicioner
Pocopán
Una jirafa filarmónica
Un gato de la luna
La plapla
El paquete de Osofete
Martín Pescador y el delfín domador
Historia de una princesa, su papá y...
El gatopato y la princesa Monilda
La foca loca
El enanito y las siete Blancanieves
Don Fresquete
Manuelita ¿Dónde vas?
Manuelita la tortuga
Osías el osito
El Mono Liso
El gato que pesca
El show del perro salchicha
La reina Batata
Hotel Pioho's Palace
 

LA H PIDE LA PALABRA

La H pide la palabra - María Elena Walsh
El Congreso Anual de Vocales y Consonantes se desarrollaba con tranquilidad, cuando la H estiró una mano para pedir la palabra.

—Te escuchamos —le dijo la T, que presidía el encuentro.

La H carraspeó y, sin timidez, expuso:

—¡Estoy harta de ser silenciosa! ¡Quiero sonar!

El alboroto alfabético que se armó fue tremendo. La T llamó al orden y pidió a la H que se explicara mejor.

—Y… sí. todas tienen sonido. Yo, nada. Chicas, aparezco en palabras tan importantes como “hijo”, “hogar” e incluso “hablar”, pero la gente ni me pronuncia y son pocos los que se acuerdan de mí y me utilizan al escribir. ¡Exijo mi derecho a sonar! Aunque sea parecido a otra letra.

—¿Y yo, qué? Sueno a U o a V. Si estaré en treinta palabras es mucho. Y no me quejo —le retrucó la W.
—No sabés el dilema que es compartir un sonido con otras —dijo la Q mirando de reojo a la C y la K, que asentían con las cabezas.

—A mí me pasa lo mismo. Encima somos víctimas de los horrores de ortografía —agregó la Z que compartía un triste destino con la S y la C.

—¡Yo, en minúscula, tengo punto como la J y no me hago tanto drama! —agregó la I—. Aunque confieso que es injusto que la U a veces se dé el lujo de tener dos y se las tira de ser otra letra.

—Tenés dos patas y dos brazos. Yo no puedo decir lo mismo —le gritó la M que vivía renegando por su parecido con la N y la Ñ, que además tenía sombrerito.

La H seguía emperrada.

—No me importa. Necesito un sonido que me dé personalidad. Dependo del lápiz o la lapicera y eso no es vida. ¿A quién le gusta depender de otro?

El resto del abecedario se miró. Algo de razón tenía. La T volvió a tomar el control.

—¿Qué sonido se te ocurre, querida?
—No sé, me gusta el de la F…

—Ah, no, yo no cedo nada —se excusó la F que ya había batallado con la H por el derecho de la palabra “fierro”, entre otras.

—También me gusta el de la V.

—¿La alta o la petisa?

—La de “vaca” —respondió la H.

—Te entendemos, pero ninguna puede cederte su sonido. Se me ocurre que tendrás que salir a buscarte uno propio —sugirió la D, muy comprensiva.

A la T, la propuesta le pareció aceptable.

—Eso, tenés un año, hasta el próximo congreso, para encontrar un sonido para sonar.

Todas estuvieron de acuerdo. La H fue a su casa, armó las valijas y partió a buscar lo que tanto quería. Se le ocurrió que el viento podría prestarle alguno de sus tantos sonidos. Con bufanda, guantecitos y pasamontaña viajó al Polo Sur, donde el viento tiene su residencia de invierno. Luego de explicarle, el tipo le dijo que encantado, pero no le convenía.

—Si te cedo algún sonido, cuanto te pronuncien van a volar sombreros, papeles, hasta techos. La gente evitará usarte.

A la H le pareció razonable. Se fue a hablar con el mar. En malla, ojotas y lentes oscuros, llegó a la playa. Bajo una sombrilla escuchó cómo el mar la convencía de lo poco conveniente de sonar como un choque contra las rocas, un tifón o un maremoto.

—Cada vez que te usen cundirá el pánico.

A la H le sonó coherente. Se fue a ver a las aves. Los pájaros le explicaron que ellos vivían cantando y eso no era apropiado para una letra.

—Imagináte los tímidos. ¿Y los que desafinan? —le dijo un canario— ¿Quién va a usar una letra que suena a cacareo de gallina o graznido de cuervo?
Tenía razón. Así como los animales de la selva, el desierto y la montaña. A los del fondo del mar ni los consultó. El fuego, la música, los insectos hasta las máquinas también lograron convencerla con sus argumentos.

Así, yendo y viniendo, pasó un año. La H seguía sin sonar. Frustrada, se sentó en un paraje solitario y lloró. Entonces, sintió un zumbido que no sonaba pero estaba. Era el silencio. Ni se le había pasado por la cabeza consultarlo. A decir verdad, como causante de su dolor, no podía ni verlo… ni escucharlo.

Al notarla tan decaída, el silencio hizo lo que nunca: habló.

—Yo me sentiría orgullosa de ser silenciosa. No es un defecto, es una virtud.

—Habría que preguntarle a un mudo si piensa lo mismo —le reclamó la H con agresividad.

—Que no suenes no quiere decir que no existas —insistió el otro—. El sol brilla en silencio y a nadie le es indiferente. Las estrellas van y vienen calladitas. ¿Y alguien las olvida? Las flores y las plantas crecen sin conversar. Los artistas crean en silencio y muchas, muchísimas veces, es mejor callarse que decir algo. En silencio se piensa, se ama, se madura, se lee. Los colores y los perfumes no necesitan sonar. A nadie mata el silencio. Es más, detrás de mí hay un universo de emociones y sentimientos que se expresan sin decir ni mu… El silencio es una puerta o una ventana. No es mudo, querida —dijo y se calló.

La H pensó bastante en eso y cuando estuvo nuevamente frente a su pares alfabéticas, les repitió esos argumentos y comunicó su decisión de seguir sin sonido.

—El silencio significa muchas cosas. Tanto como las palabras —concluyó.

Las otras letras chillaron, gritaron, pero la H no dijo más nada. Solo cuando todas se miraron, en silencio, comprendieron.
Fuente: http://literatureandounrato.blogspot.com.ar/2010/06/la-h-pide-la-palabra.html

LA LUNA SE CAYÓ

Autora: Laura Devetach

                             LA LUNA SE CAYÓ

Un día el granjero de la granja puso un melón sobre el techo para que madurase al sol.
Allí estaba el melón, madurando. Y era tan redondo que parecía una luna.

Una luna color melón, brillando en medio de la mañana.

El viento del verano iba y venía sobre la casa, sobre el techo y sobre el melón.
“Din don, campanón”, se hamacaba el viento. “Din don, campanón”, se hamacaba el melón con el viento. Y era como si la luna se hamacase en el techo.

Por el lado más verde del campito, galopando y caracoleando, llegó el burro de la granja y frenó el trote cuando vio el melón hamacándose sobre el techo. Lo miró, lo miró, y dijo muy preocupado:
–¡La luna se descolgó del cielo! ¡Esta noche la granja se quedará sin luna!


“Din don, campanón”, se hamacaba muy tranquilo el melón.
–¡Quieta, luna, que te caes! –gritó el burro estirando el cogote para que la luna lo escuchara.
“Din don, campanón”, se hamacaba el melón.

Y hamacándose, hamacándose... ¡pácate! cayó a los pies del burro y se quedó con el cabo para arriba.
–¡Firuletes! –dijo el burro muy afligido–. La luna se descolgó y solito no la cuelgo yo. Voy a llamar al chivo para que me ayude a colgarla del cielo.

Y el chivo vino sacudiendo su cabezota con cuernos y moviendo la cola como un molinete.
–La luna se descolgó y solito no la cuelgo yo –dijo el burro–. Te llamé para que subas sobre mi lomo y me ayudes a colgarla en el cielo.

Y el chivo, tomando el melón por el cabo, subió sobre el burro y se estiró y se estiró para llegar al cielo. Pero no llegó.
–¡Firuletes! –dijo–. Llamaré el perro para que nos ayude.
lomo y nos ayudes a colgarla –le dijo el chivo.

Y el perro trepó y se estiró y se estiró, pero al cielo no llegó.
–¡Firuletes! –dijo–. Llamaré al gato para que nos ayude.

Y el gato vino haciendo rulos con su hermoso lomo.
–La luna se ha descolgado y buen trabajo nos ha dado. Te llamé para que subas sobre mi lomo y nos ayudes a colocarla –dijo el perro.

Y el gato trepó y se estiró y se estiró, pero al cielo no llegó.
–¡Firuletes! –dijo muy afligido–. Llamaré al pato.

Y el pato vino dando vueltas y vueltas como una calesita.
–La luna se ha descolgado y buen trabajo nos ha dado –dijo el gato–.
Te llamé para que subas sobre mi lomo y nos ayudes a colgarla.

Y el pato trepó y se estiró y se estiró, pero al cielo no llegó.
–¡Firuletes! –dijo–. Llamaré al granjero, que tiene una escalera muy alta.

–La luna se ha descolgado y buen trabajo nos ha dado –dijo el pato al granjero–. Queremos que con tu escalera nos ayudes a colgarla otra vez.

Y el granjero apoyó la escalera y trepó y trepó hasta llegar al pato que sostenía el melón por el cabito, allá arriba. Y lo miró y se puso a reír como loco y el pato también miró y se echó a reír como loco.
Y el pato sobre el gato y el gato sobre el perro y el perro sobre el chivo y el chivo sobre el burro, todos, miraron de nuevo. Y se echaron a reír.

–¡Es un melón, es un melón!
 
El granjero puso de nuevo el melón sobre el techo para que siguiera madurando. Y mientras todos seguían riéndose, el melón se hamacaba sobre el techo.

Esa noche la granja tuvo dos lunas.


FIN ✿◕‿◕✿
 
 
 
 
 

 

EL HOMBRECITO VERDE Y SU PÁJARO

Autora: Laura Devetach

                                             EL HOMBRECITO VERDE Y SU PÁJARO

El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un pájaro.

Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas. El hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su flauta y abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera ganas.

El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente. Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar las verdes plumas.

El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría color naranja. Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.

Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde sonrisa.
–¡Hola, pájaro! –le dijo.

Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde. Pero en cada vuelo verde y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños puntos blancos y violetas.

El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.

–¡Oh, no! –dijo verdemente alarmado.

Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verde mar.

–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el pico, pintó las patas, pintó las plumas.

Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto.
Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto.

Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo.

Todo era verdemente inútil.

Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la verde pintura.

Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo. Una especie de cosquilla azul.

Y se puso a tocar la flauta verde mirando a lo lejos.

Y de la flauta salió una música verde azul rosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.


FIN ✿◕‿◕✿

Fuente: http://bibliopequeitinerante.blogspot.com/2012/10/2-cuentos-de-laura-devetach.html

EL MONIGOTE DE ARENA

Autora: Laura Devetach
                                       MONIGOTE EN LA ARENA


La arena estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento. Laurita apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo:
—Por ser tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo —y con la punta del dedo dibujó un monigote de seda y se fue.

Monigote quedó solo, muy sorprendido. Oyó como cantaban el agua y el viento. Vio las nubes acomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles.

—Hola —dijo monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena.

El agua lo oyó y se puso a mirarlo encantada.
—Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —dijo preocupada y dio dos pasos hacia atrás para no mojarlo—. ¡Qué monigote más lindo, tenemos que cuidarte!

—¿Qué? ¿Es que puede pasarme algo malo? —preguntó monigote tirándose de los botones como hacía cuando se ponía nervioso.
—Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —repitió el agua, y se fue a a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar.

—Flu flu —cantaron las nubes—, monigote en la arena es cosa que dura poco. Vamos a preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo.


Monigote seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas.

—Crucri crucri —cantaron las hojas voladoras—. Monigote en la arena es cosa que dura poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre?

El agua tendió lejos su cama de burbujas para no mojarlo. Las nubes se fueron hasta la esquina para no rozarlo. Las hojas no hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las hormigas hicieron otros caminos.

Monigote se sintió solo solo solo.

—No puede ser —decía con su vocecita de castañuela de arena—, todos me quieren pero porque me quieren se van. Así no me gusta.

Hizo “cla cla cla” para llamar a las hojas voladoras.


—No quiero estar solo —les dijo—, no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy un monigote de arena. Juguemos, y si me borro, por lo menos me borraré jugando.

—Crucri crucri —dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer.

Pero en eso llegó el viento y armó un remolino.
—¿Un monigote de arena? —silbó con alegría—. Monigote en la arena es cosa que dura poco. Tenemos que hacerlo jugar.

“Cla cla cla”, hizo monigote porque el remolino era como una calesita.

Las hojas voladoras se colgaron del viento para dar vueltas.

El agua se acercó tocando su piano de burbujas.

Las nubes bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol.

Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela.

Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que juega a cambiar de colores cuando la sopla el viento.


FIN ✿◕‿◕✿

UN CUENTO EN UN CUENTO

Autora: Laura Devetach
                                         UN CUENTO EN UN CUENTO

Hace muchos años, cuando yo vivía en Reconquista, allá por el norte de Santa Fe, había llovido muchísimo.

Tanto había llovido que los caminos de tierra parecían flanes, gelatinas, cintas de sopa negra.

Nosotros teníamos que ir a otro pueblo y, como los colectivos se empantanaban en los flanes, las gelatinas y las sopas negras, había que viajar en tren. Aquellos trenes comían paladas de carbón, soltaban un humo negro que hacía bellos dibujos.

Empezaban las ruedas a traquetear sobre las vías
chu–cu–chú
chu–cuchú
chu–cuchú
chucuchú
cuchichú
chucuchú
chucuchú...
y un silbido largo acompañaba al humo que se desflecaba como una cabellera PFUIIiiii PFUiiii...

Primero era lindo, novedoso, vertiginoso. Pero después...
Venían largas paradas misteriosas. El tren se empacaba en medio del campo, como si obedeciera al capricho de algún Dios.
Las vacas de los campitos se cansaban de mirarnos y el guarda contestaba "¿Quién sabe?" a cualquier pregunta que se le hiciera.

Después de un montón de tiempo el frío era más frío y empezaba a faltar el agua y la comida. Y eso que siempre llevábamos una caja de zapatos con pollo, pan y manzanas. O milanesas y dulce de membrillo. Pero había que convidar y éramos muchas personas.

Los grandes comentaban sobre el estado de los caminos, la creciente del Paraná y si habría o no cosecha de algodón.
Después rezongaban, qué barbaridad, el gobierno.
Después se iban quedando callados.
Y a mí empezaba a darme sueño, tristeza y una rabia...
De pronto el tren caminaba de nuevo.


La gente se miraba sonriendo, acomodándose, menos mal.
Y yo escuchaba el lenguaje de las ruedas.

A veces decían:
Che–qué–chica
che–qué–chica
chequechica
chequechica
chequechi...
Otras veces decían:
Cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca plata
cincopesos
pocaplata
cincopesos
pocapla...

Pero un día espantoso y embarradísimo las ruedas no dijeron nada a pesar de ir rodando, la lluvia entraba por las ventanillas y yo pensaba que nunca más iba a salir el sol.

Entonces, una viejita de pañoleta que venía con una canasta me dijo, como leyéndome el pensamiento:
—¿Sabés lo que dice el tren hoy? dice:
Tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas...
A ver, a ver, preguntemos tres preguntas de ésas que no se preguntan nunca.

Y yo:
—¿Los perros quieren decir que no, cuando mueven la cola?

Y ella:
—¿Quién habrá inventado el agujero del mate?

Y yo:
—Cuando los trenes silban, ¿quién les contesta?

Entre las dos hicimos más de tres preguntas.

Después escuchamos de nuevo las ruedas del tren, y decían:
Cuento un cuento
cuentouncuento
cuentoun...

También decían:
Mecontaron y te cuento
mecontaronytecuento
mecontarony...

Y ella me contó más de un cuento y yo le conté los cuentos que sabía.
Y salió el sol.
Por suerte conocí muchas viejas preguntonas, muchos trenes, hice viajes, y resultó lindo eso de escuchar y a veces callar, sólo callar para que las voces de algunas cosas llegaran.

Ahora, como mi vieja de pañoleta, cuando viajo, escucho qué cosas dicen las ruedas, la gente. Y si se da la ocasión cuentouncuento, cuentouncuento, cuentoun...


FIN ✿◕‿◕✿
 

LA CASA

Autora: Elsa Bornemann

LA BOCA

Palacio rosado
siempre vigilado
-arriba y abajo-
por blancos soldados.

Hay dientes guardianes;
otros, capitanes.
Dos más movedizos,
son dientes postizos.

Hay dientes bebitos:
son los más chiquititos.
Allí está, entre el coro,
un diente de oro.

Es, según la ley,
del palacio el rey.
Entra al comedor
Pepe Tenedor,

y a veces su esposa,
Cuchara Brillosa.
En sus carretillas
hay puré, frutillas,

queso, salsa, huevos
y duraznos nuevos.
Té , café con leche,
carne en escabeche.

Y una vez adentro...
pobres alimentos.
Pero un río de sangre
hoy les quita el hambre.

Se asoma una taza
a ver lo que pasa.
Es que un diente flojo
se viste de rojo,

pues está cansado
de vivir parado.
Baila, da mil vueltas,
hasta que se suelta.

Al palacio rosado
llega un invitado.
-¡Mis amigos dientes,
los quiere!- les miente.

Lo envuelve un gabán
de papel celofán.
-Deseo entrar
a ver su hogar.

-Caramelo, entra.
Te abrimos la puerta.
-Yo solo me pelo
-dice el caramelo.

Pero este caballero
es feroz guerrero.
Ataca y se cuela
por dientes y muelas.

Hasta que se vaya
sigue la batalla.
-¡Guerra al caramelo!
-¡Guerra al caramelo!

Pero al rey Primero
grita a los guerreros:
-¡Terminen! -les pide-
¡Hay muchos heridos!

Busca en una lista
el nombre del dentista,
y allá va, ligero
el palacio entero.

El dentista apura,
prontito los cura
y todos, contentos,
ponen fin al cuento.
Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/58/la-boca.html


EL ENIGMA DEL BARQUERO

Autora: Laura Devetach

                                   EL ENIGMA DEL BARQUERO

El chiquilín abre la boca y vuela un bostezo. Y otro. Y otro más. Todos pájaros.

El chiquilín es barquero. Cruzó el río llevando gente varias veces aquel día.
Sus hermanos pequeños duermen todos juntos en la cama de al lado. El perro los cobija y pareciera sonreír.

El chiquilín no puede dejar de pensar en el enigma del barquero que le planteó un turista aquella mañana, haciendo dibujos sobre la arena.
El chiquilín no puede dejar de pensar en el enigma del barquero que le planteó un turista aquella mañana, haciendo dibujos sobre la arena.

El problema era así:

hay un barquero que debe cruzar en su canoa una oveja, un repollo y un lobo. Por el tamaño de la canoa sólo puede cruzar uno por vez;
si cruza al lobo, la oveja se queda con el repollo y se lo puede comer;
si cruza el repollo, el lobo se queda solo con la oveja y se la puede comer;
y lo mismo del otro lado. No deben quedar solos la oveja con el repollo, ni el lobo con la oveja. ¿Qué hacer?

* * *
Estira los brazos y los animales que tiene adentro trotan y salen por las manos, por los pies, corcovean sin hacer ruido. El bosque se despliega árbol por árbol. Es noche de cuarto lleno.

El chiquilín se zambulle en el río de la cama. Navega como una hoja. Algún pez salta ágil desde su pelo. También las ranas. Por ahí cerca, muy cerca, tic tac, se oye al cocodrilo que vio en la televisión del puerto y que quería comerse al capitán Garfio. Por suerte en el agua se balancea un zapato.

El chiquilín se embarca y navega en el zapato. Por suerte hay un buen par de remos. De pronto pega un respingo porque desde la orilla de este lado de la cama lo llama la señorita Sonia, la de primero, esa que usaba minifalda debajo del guardapolvo, olía a chicle y hacía que él se muriera de ahogo cuando le revolvía el pelo con un solo dedo.

Un suspiro hondo, hondo, y el chiquilín suelta un lobo. Debe ser uno de esos lobos de la canción del abuelo. Esos lobos que aúllan de hambre en Moscú, que está cubierto de nieve. No cantes, hermano, no cantes, tararea el abuelo, afuera, arreglando anzuelos.
Es mejor mandar al lobo por otro camino para que no ataque a la señorita Sonia, tan hermosa, con su color praliné.

De pronto, en medio de los tréboles, aparece un canasto reventando de manzanas perfumadas, gordas, como espejos rojizos. Son las manzanas de la madrastra de Blancanieves. Una está envenenada, vaya a saber cuál.

La señorita Sonia hace un gesto de atrapar dos o tres. También está muerta de hambre.

El lobo se relame y aúlla estirando el hocico hacia la señorita Sonia. Es pura boca, puro estómago. La señorita Sonia inclina el cuerpo y estira las manos hacia el canasto de manzanas. Está lista para el mordiscón con gusto a fruta a orillas del río. El cocodrilo, tic tac, tic tac, merodeando a todos.
No avanzan los unos sobre los otros sólo porque el chiquilín está despierto.
Sabe bien que no podrá dormir hasta que logre llevar a cada cual al otro lado del río, donde hay una canción a la que le falta un lobo, un cuento al que le falta un canasto de manzanas con una manzana envenenada y una escuela que no tiene a su señorita Sonia.

El chiquilín no va a permitir que el lobo se coma a la señorita. Y aunque él quisiera convidarle a ella algunas manzanas, no lo haría porque hay una manzana envenenada.

El cocodrilo es otra cosa. Ése siempre está metido en el río de su cama y a veces se hace el inocente. Él ya sabe que no es bueno descuidarse.

El chiquilín los cruzará en zapato, para eso es el barquero. Pero durante las noches de cuarto lleno nunca faltan problemas. Tendrá que llevarlos de a uno por viaje.

Y ahí está el cocodrilo, tic tac, tic tac.

El chiquilín ni pestañea en la noche. La cabeza le funciona velozmente. Si lleva primero al lobo, la señorita se puede hacer un buen picnic con las manzanas.

Si lleva primero las manzanas, el lobo se puede hacer el picnic con la señorita Sonia.

Mejor la lleva primero a ella y la deja del otro lado. Al lobo no le gustan las manzanas.

La señorita Sonia y el barquero navegan en el zapato. El cocodrilo los escolta, tic tac, mordisqueando un cordón del bote, hasta que el chiquitín le pega con el remo haciendo ruido de coco golpeado. El cocodrilo se zambulle.

El barquero deja a la señorita Sonia del otro lado del río.

Ella saluda con la mano al barquero, que regresa. Toc, se oye. Otro remazo al cocodrilo, que se había prendido al talón del bote.

Ahora el chiquilín embarca al lobo, que lleva las orejas mustias y la cola entre las patas porque el agua no lo convence. Toc, toc, dos remazos al cocodrilo que cada vez se vuelve más confianzudo.

El lobo se pone como de fiesta al ir llegando. Ahora sí que la suerte le sonríe. Por fin solos. La señorita Sonia se encoge de miedo. Pero el barquero, con rapidez, la embarca nuevamente por un lado del bote mientras por el otro desembarca al lobo que allí queda, otra vez como perejil sin agua.
El bote regresa con el chiquilín y la muchacha. Toc al cocodrilo, toc, toc.

La señorita Sonia desembarca y corre directo hacia el canasto de manzanas. Pero el chiquilín pega un salto, gambetea y carga el canasto sobre la capellada del bote. Y se va, sonriendo y haciendo señas de que ya regresa.

La señorita Sonia se sienta sobre el pasto y la minifalda se le arruga.

El cocodrilo cabecea peligrosamente debajo del bote. El barquero no puede pegarle con ruido a coco. Entonces se desplaza y hace peso en distintos lugares para mantener el equilibrio. Los barquinazos son terribles.

Ya en la orilla, deja el canasto. El lobo mira con indiferencia. Está más interesado en estirar el cuello hacia la otra orilla, tratando de ver a la señorita
Sonia.
El barquero regresa otra vez. Navega alerta porque el cocodrilo además de morder y cabecear, ahora pega unos tremendos coletazos. Con remo y contrapesos, el barquero se defiende.

Cuando llega, toma aire. La señorita Sonia le pasa el dedo por el pelo, admirada. Él la embarca sin perder tiempo y cruza esquivando al cocodrilo que está completamente loco, es un remolino, los envuelve en olas y tormentas. Él logra aturdirlo con un rápido y certero remazo mientras la señorita Sonia le pega con el taco del zapato, que se pierde en el agua. Pero llegan.

El lobo quiere acercarse, la señorita Sonia se tira hacia las manzanas, pero no. El barquero tiene que enviar a cada cual a su lugar. Y lo hace.

Un sendero del bosque se chupa al lobo, que no puede resistirse.

Por otro desaparecen las manzanas. Pero antes, el chiquilín roba una. Las mira bien, elige la más hermosa, seguramente la que está envenenada, y se la guarda sin que nadie lo vea.

La señorita Sonia toma el tercer sendero, que seguro va a una ciudad.
Saluda, agitando la mano.

Al barquero sólo le queda el regreso.

Rema y el cocodrilo ya no tiene reparos. Muerde, cabecea, coletea y acerca tanto las fauces abiertas al barquero que éste, como un relámpago, le tira la manzana. Rueda por el tobogán de la garganta y glup, el cocodrilo se la traga como una píldora.
El barquero no respira, el agua no se mueve, los pájaros se detienen. De pronto, un hipo y el cocodrilo queda desinflado como un guante.

El barquero vuelve a respirar y salta hacia la orilla. Suspira, el aire le entra hasta los pies.

Se da vuelta, se acurruca. El agua suena lejana, pequeños chasquidos, pececitos, lo arrullan. El lobo aúlla nuevamente en la canción del abuelo, a la señorita Sonia le faltará un zapato, y ahora hay un cuento sin manzana envenenada.

El chiquilín duerme. Quién sabe con qué podrá llenar mañana el cuarto mientras le llega el sueño; quién sabe con qué enigmas se va a encontrar.




FIN


Fuente: http://bpcd-devetach.blogspot.com.ar/2013/06/cuento-el-enigma-del-barquero-de-laura.html













HISTORIA DE UNA RATITA

Autora: Laura Devetach
                                            HISTORIA DE RATITA

Había una vez una ratita gris que vivía con sus papás en una cueva tan tibia, tan tibia y tan cerrada, que un día tuvo ganas de salir. Y salió.

Y se quedó un rato encantada en la puerta de la cueva, porque el mundo le pareció más lindo que un jardín de quesitos. Despacio, se puso a explorar, a oler, a mordisquear, a hacer tumbacabezas, a conocer.

Y Ratita sintió que no hay nada más lindo que descubrir el mundo pasito a paso.

Bailó con una hoja. Patinó sobre un papel de chocolatín. Fumó un cigarrillo de pasto. Se puso anteojos de papel de caramelo. Tomó mate en una flor de campanilla color lila. Se adornó con aros de arroz.

Y le dieron unas ganas bárbaras de ponerse de novia.

Cuando vio al sol del amanecer, tan redondo, tan naranja con luz, le dijo:

—Señor Sol, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! — dijo el sol, porque la ratita le pareció preciosa—, te cubriré con mis hilos de oro y todo el mundo será sol para los dos.

- ¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo todo de sol? Bastante tuve ya con un mundo todo de cueva.

—¡Qué lástima! -dijo el sol. Te presentaré al nubarrón, que a veces me tapa, y no es tan de sol como yo. A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias -dijo Ratita.

Y se sentó a esperar hamacándose en una violeta.

Llegó el nubarrón, vestido de gris.

A Ratita le gustó muchísimo porque a veces tenía forma de helados, a veces de calesita y a veces de dibujo que no se entiende.

—Señor Nubarrón —dijo Ratita— usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! —dijo el nubarrón, porque la ratita le pareció preciosa. Te envolveré en mi capa fluflú y todo el mundo será nube para los dos.
-¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de nube?

— ¡Qué lástima! —dijo el nubarrón. Te presentaré al viento que a veces me empuja por el cielo.
A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias —dijo Ratita.

Y se sentó a esperar recostada en un maní.

Llegó el viento soplando flautas. A Ratita le gustó muchísimo porque se movía bailando a la moda.

—Señor Viento —le dijo—, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! -dijo el viento, porque la ratita le pareció preciosa—. Te haré cosquillas en el pelo, y todo el mundo será viento para los dos.

— ¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de viento?
— ¡Qué lástima! — dijo el muro. Y siguió quieto. Quieto, derecho, derecho.

—Me parece que así no voy a encontrar novio —pensó Ratita.
Lo que pasa es que ni el sol, ni el nubarrón, ni el viento, ni el muro, tienen una colita como la mía, ni un corazón que hace tipi tepe. Yo me equivoqué.

Y pensando así caminó y caminó por el sendero de las margaritas. De repente llegó a un lugar donde había muchísimos ratones color café que la saludaron amablemente diciendo:

—Cómo-te-va.

Ratita paseó contenta por el barrio hasta que vio a Ratón-Ratón.
Estaba fabricando muebles con fósforos y tapitas de botellas.
A la ratita le gustó muchísimo cómo silbaba y llevaba el compás con la cola.

—¡Hola! —saludó Ratón-Ratón.

—¡Hola! —saludó Ratita, y se acercó para mirar los trabajos.
Y sintió que al lado de Ratón-Ratón se estaba muy bien.

—Me alegro de verte —dijo Ratón-Ratón, y también sintió que al lado de Ratita se estaba muy bien.

— ¿Podríamos ponernos de novios? —preguntaron los dos juntos.

Y los dos juntos contestaron que sí y se dieron un beso con muchísimo cariño. Después siguieron explorando, oliendo, mordisqueando y descubriendo el mundo pasito a paso.

Ratita se hizo una hamaca de plumas. Ratón-Ratón aprendió a saltar de rama en rama como Tarzán. Ratita pintó cuadros con la punta de la cola.

Y los dos juntos aprendieron a contarse cosas. Y los dos juntos aprendieron a ser papás. Tuvieron hijos y les dieron una cueva tibia, pero con una puerta fácil de abrir, para que pudieran salir a conocer el mundo pasito a paso, cuando tuvieran ganas.





LA PLANTA DE BARTOLO


Autora: Laura Devetach

LA PLANTA DE BARTOLO

Bartolo sembró un día un cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol y, cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la planta comenzó a dar cuadernos. Eran hermosísimos, como esos que les gustan a los chicos. Tenían tapas de colores y muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer sumas, restas y dibujitos.

Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
—¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!

Pobrecitos los chicos del pueblo. Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribieran mucho y los fueran terminando, rezongaban y les decían:
—¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
Y los chicos no sabían qué hacer.

Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga! ¡Vengan a ver mi planta de cuadernos!

Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita de Bartolo, y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.
Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro, y ellos escribían y dibujaban con muchísimo gusto.

Pero una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos.

El vendedor de cuadernos se enojó como no sé qué.

Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa, de Bartolo. Golpeó la puerta con las manos llenas de anillos:
¡Toco toc!
¡Toco toc!
—Bartolo —le dijo con falsa sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta de cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.

—No —dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.

—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.

—No.

—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.

—No.

—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.

—No.

—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?

—Nada. No la vendo.

—¿Por qué sos así conmigo?

—Porque los cuadernos no son para vender, sino para que los chicos trabajen tranquilos.

—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.

—No.
—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos!

Y se fue echando humo como una vieja locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.

—¡Sáquenle la planta de cuadernos! —ordenó.

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pájaros y los conejitos.

Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pájaros y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.

Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al vendedor con sus calzoncillos colorados, aullando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.

—¡Buen negocio en otra parte! —gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.
                                                  FIN
Fuente: http://bpcd-devetach.blogspot.com.ar/2012/05/la-planta-de-bartolo.html




EL OVILLO

Autora: María Elena Walsh

 EL OVILLO

Voy a contarles un cuento que me contaron hace añares, no sé si lo recuerdo bien porque la memoria se pasea mucho, los cuentos cambian todo el tiempo, y los chicos no se quedan quietos.

El cuento dice más o menos así:

Éste era un pueblo chico y feo. No llovía y no llovía, y el suelo estaba reseco alrededor del rancho de la familia Chumpi. La bomba no tiraba una gota más. De noche, en vez de rocío, caían espinas de cacto.

El padre se había ido a cazar peludos o lo que encontrara. La madre lidiaba con un montón de hijos en vacaciones. Estaban tan sucios que no se sabía si eran rubios o morochos, nenas o varones.

La cabra y el cabrito parecían muñecos de alambre. Los frutales sólo hubieran servido para leña.
Al fin la madre dijo:
-Vayan todos a buscar algo de comer, por ahí desentierran una batata, pero cuidadito con robar.

Y allá se van corriendo todos juntos, menos Rocío, que es la más chica, y toma por otro camino, con su gato flaco Bergamín pisándole los talones.

La madre se pone a amasar su último pan, con harina de yuyo seco y un poco de baba de cabra, y, de paso, canta una copla que dice: No quiere llover, sale una nube y se vuelve a perder…

Así pasa el día y los chicos van volviendo más sucios todavía.
¿Qué encontraron?

¡Claro, un pedazo de pelota, tres figuritas pisoteadas y unos cascotes, porque brillaban de mica!

Los maullidos de Bergamín anuncian a Rocío: vienen rendidos, con la lengua afuera y los pelos llenos de abrojos.
¿A ver qué basura encontraron ustedes?

Rocío muestra el puño cerrado, le da vergüenza abrirlo, pero al fin estira los dedos uno por uno.
¿Qué es? ¡Bah! Un ovillito de hilo celeste muy enredado.

-Ni para remiendo sirve –dice la madre, pero no acaba de hablar cuando el ovillo escapa de la mano de Rocío… se desanuda solo y resulta que es un hilito de agua, que empieza a viborear y rodar.
Cuando sale del rancho se convierte en arroyo, y el arroyo canta y da vueltas y engorda y crece y todos miran, se quedan como de palo, los ojos muy abiertos.

La cabra y su cría beben hasta reventar. Entonces los chicos chapotean y vemos que son lindos y feúchos, rubios y morochos, cuatro varones y tres niñas, contando a Rocío, que va a buscar un trozo de jabón. El gato Bergamín se trepa a un árbol huyendo del baño.

Juntan agua en todos los cacharros que tienen y se van a dormir con hambre pero al fin sin sed. Tienen miedo de que al amanecer el hilo de agua haya desaparecido como un sueño.

Cuando despiertan, el sol ya está redondo y el río sigue allí. ¡Qué misterio misterioso, señores! Durante la noche han nacido brotecitos muy verdes, ha vuelto el benteveo a bañarse y el agua tan limpita deja ver cómo juegan unos cuantos peces de plata.

Y ahí vuelve papá Chumpi, con un atado de choclos y tres huevos de ñandú.

¡Ja!

Deja caer todo y primero se queda tieso mirando el río, después va a buscar una caña y pesca que te pesca.

¡Y todos contentos, gracias a Rocío y su ovillito de hilo celeste, que no era más que agua dormida al pie de un sauce amarillo!

Dicen que dicen que así nació el río Lapizul.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/cuento/1921/el-ovillo.html

RECETA PARA HACER UNA POEMA

Autora: Elsa Bornemann

RECETA PARA HACER UN POEMA

Para hacer un poema se necesita
tomar las lucecitas de blancos sueños,
pegarlas con la magia de una varita
a la hoja rayada de algún cuaderno...
Para hacer un poema se necesita
saber cortar las olas con la tijera,
coserlas a las nubes y, en calesita,
fabricar un sol rojo sin primavera.
Para hacer un poema se necesita
la ayuda de arañas... de golondrinas...
de las arpas del viento que se dan cita
con la tarde gitana por las esquinas...
Y por fin, del hada que —con alas bellas—
vuela en la sirena que escapa de un barco.
y a veces, salir a juntar las estrellas
que la noche loca tira por los charcos.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/112/receta-para-hacer-un-poema.html

ROMANCITO DE LA NIÑA Y EL FANTASMA


Autora: Elsa Bornemann

ROMANCITO DE LA NIñA Y EL FANTASMA

Ha nacido un fantasmita
y yo seré su madrina.
Su mamá, Doña Fantasma,
casualmente, es mi vecina.
Lo miro: dulce y pequeño
en su sábana floreada...
con el pelo de puntillas
y carita almidonada...
—¡Cuidado, niña, mi niña!
—me dice el aire asustado—,
cuando crezca el fantasmita
puede llevarte a su lado...
Pues yo no le tengo miedo.
Si sabe llorar de veras,
con sus lágrimas redondas
me voy a hacer tres pulseras...
Jugaremos a la mancha
con su sombra y con la mía
y, tal vez, alguna tarde,
le enseñaré a que sonría.
—¡Cuidado, niña, mi niña!
—repite el viento espantado—,
puede llevarte una noche
en su velero alunado...
Mejor, así aprendería
canciones en fantasmés,
su modo de ver la luna
y de caminar sin pies...
Acaso le enseñaría
mi manera de mirar
a los pájaros del alba
o mi forma de soñar...
—¡Cuidado! —me grita y grita
la brisa desesperada—:
Niñas que aman a fantasmas...
¡terminan afantasmadas!

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/100/romancito-de-la-nina-y-el-fantasma.html

ROMANCE DE LA CANOA Y EL RÍO


Autora: Elsa Bornemann

ROMANCE DE LA CANOA Y EL Río

Cuentan que era blanca
y que amaba al río
y que él la esperaba
de tarde, a las cinco.
Ella, una canoa,
él, un verde río...
Ella, de madera,
él, de junco y brillo...
Cuentan que se amaban
tal como dos niños
y que en cada cita
espiaba un grillo.
Ella, con sus brazos
de remos antiguos
—dulce— acariciaba
su cara de vidrio.
Y él, con sus labios
de agua —muy tibios—
toda la canoa
besaba a las cinco.
Cuentan que una tarde
de color ladrillo
la canoa blanca
no vino... no vino...
Loco de tristeza
la llamaba el río:
a toda la costa
salpicó su grito...
¡Ay!, que sin oírlo
un pescadorcito
la canoa blanca
llevó hacia otro río.
Cuentan que a las tardes,
cuando dan las cinco,
los labios del agua
se ponen muy fríos:
buscan la canoa...
sus remos antiguos...
La lloran los sauces
y la extraña el grillo.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/97/romance-de-la-canoa-y-el-rio.html

LOS NÚMEROS

Autora: Elsa Bornemann

LOS NúMEROS


El número UNO
vive en una casa
solo... ¿Qué le pasa?
El número DOS
es de los amigos.
Tiene dulce voz.
El TRES se divierte
y sus medias lunas
prende para verte.
CUATRO Maravilla,
patas para arriba
te ofrece su silla.
El CINCO te espera
usando una recta
gorra con visera.
El SEIS, bostezando,
con su pluma roja
se viene acercando.
Te saluda el SIETE
y su regia espada
al medio se mete.
El OCHO, que pinta,
aquí te regala
dos ruedas de tinta.
El NUEVE, celoso,
trae para darte
un globo precioso
y el loco Don CERO
se viene rodando
por todo el sendero

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/114/los-numeros.html

LOS DOS ABUELOS


Autora: Elsa Bornemann

LOS DOS ABUELOS
¿Qué dirán ustedes
si ahora les cuento
de mis dos abuelos
con sus barbas viejas?
Pues uno ha nacido
en Galicia bella...
Por canción de cuna
oyó una muñeira;
tamboril y gaita
llenaron sus fiestas
en tierras de España...
en tierras gallegas...
Y el otro ha nacido
frente al Mar del Norte,
en tierra germana
de hermosas leyendas...
Su nana fue el canto
del cucú en la selva;
los pinos, de nieve
en sus Nochebuenas.. .
Y yo, que orgullosa
me llamo su nieta
tengo, a veces, ganas
de bailar muñeira,
de vestir un traje
de moza gallega
y andar por las calles
de mi patria nueva...
o de pronto siento
toda el alma llena
al oír palabras
de antiguos poemas,
de música y cantos
de Alemania vieja...
¿Qué dirán ustedes
cuando se den cuenta
que hay dos pajaritos
volando en mis venas?

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/120/los-dos-abuelos.html

LAS MANCHAS DE HUMEDAD

Autora: Elsa Bornemann

LAS MANCHAS DE HUMEDAD
Bellas manchas de humedad
en el techo de mi pieza,
forman un país de hadas
justo sobre mi cabeza...
Y antes de que a mi almohada
me venga el sueño a buscar
con la mirada yo viajo
por ese hermoso lugar:
Veo, colgando hacia abajo,
desde una mancha punteada,
a un bicho de San Antonio
con sus alas decoradas.
Un minotauro, demonio
mitad hombre y mitad toro,
descansa en un laberinto
de manchitas color oro.
A su lado, un gallo pinto
de mudo kikirikí
lleva, alrededor del cuello...
(¿qué era eso...? ¡Me perdí!)
No importa. Y hay un camello
que es el del gran rey Melchor,
con una joroba sola
(se dice giba, es mejor).
También encuentro la cola,
flotando por un rincón,
de un gato que es invisible,
pero escucho su ron-ron.
Y un duendecito increíble
(barba postiza mal puesta)
con su cuerpo en tres doblado
usa la mancha que resta.
Si alguien —pobre— nunca tuvo
su cielo raso manchado,
lo invito a que vea el mío,
mágico, bello, encantado...

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/107/las-manchas-de-humedad.html

LA BALLENA BEBÉ

Autora: Elsa Bornemann

LA BALLENA BEBé

Una ballena bebé
(o sea, una ballenita)
por culpa de un pescador
perdió un día a su mamita...
y en su cuna de coral
quedó, entonces, muy solita.
Lloró mucho, acurrucada
bajo su colcha de arena...
pero si el mar es mojado
y sala todas las penas
¿quién diablos iba a notar
sus lágrimas de ballena?
Pero una vez, en que estaba
haciendo tristes pucheros,
se le acercó un submarino,
y como era el primero
que ella veía bajo el mar,
siguió feliz su sendero.
—Pero, ¡ay! ¿qué es eso que
mi periscopio está viendo...?
—así gritó el submarino—.
¿Una ballena siguiendo
la ruta que abro en el mar...?
¿Qué querrá...? ¡Yo no comprendo!
Pero de pronto sintió
una caricia chiquita
en su cara de metal
y oyó que la ballenita
con amor le repetía:
—¡Por fin volviste, mamita!
Y emocionado entendió
el submarino tan duro:
adoptó a la ballenita
su corazón de aire puro
y, desde entonces, van juntos...
Yo los he visto. Lo juro.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/113/la-ballena-bebe.html

LA HORA

Autora: Elsa Bornemann
LA BOCA

Palacio rosado
siempre vigilado
-arriba y abajo-
por blancos soldados.

Hay dientes guardianes;
otros, capitanes.
Dos más movedizos,
son dientes postizos.

Hay dientes bebitos:
son los más chiquititos.
Allí está, entre el coro,
un diente de oro.

Es, según la ley,
del palacio el rey.
Entra al comedor
Pepe Tenedor,

y a veces su esposa,
Cuchara Brillosa.
En sus carretillas
hay puré, frutillas,

queso, salsa, huevos
y duraznos nuevos.
Té , café con leche,
carne en escabeche.


Y una vez adentro...
pobres alimentos.
Pero un río de sangre
hoy les quita el hambre.

Se asoma una taza
a ver lo que pasa.
Es que un diente flojo
se viste de rojo,

pues está cansadp
de vivir parado.
Baila, da mil vueltas,
hasta que se suelta.

Al palacio rosado
llega un invitado.
-¡Mis amigos dientes,
los quiere!- les miente.

Lo envuelve un gabán
de papel celofán.
-Deseo entrar
a ver su hogar.

-Caramelo, entra.
Te abrimos la puerta.
-Yo solo me pelo
-dice el caramelo.
Pero este caballero
es feroz guerrero.
Ataca y se cuela
por dientes y muelas.

Hasta que se vaya
sigue la batalla.
-¡Guerra al caramelo!
-¡Guerra al caramelo!

Pero al rey Primero
grita a los guerreros:
-¡Terminen! -les pide-
¡Hay muchos heridos!

Busca en una lista
el nombre del dentista,
y allá va, ligero
el palacio entero.

El dentista apura,
prontito los cura
y todos, contentos,
ponen fin al cuento.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/58/la-boca.html

GALLINA BLANCA


 Autora: Elsa Bornemann

GALLINITA BLANCA

Murió mi gallina blanca
—la pigmea—
la de plumas de algodón
y piquito de azalea.
¿Será cierto que hay un cielo
para aves?
¿Cómo lo podrá alcanzar
si el camino no lo sabe?
¿Habrá quizá un ángel gallo
que la oriente,
a mi gallinita ciega,
pequeña bella durmiente?
Quiso irse en primavera,
pobrecita...
Era ella tan romántica,
sentimental y bonita
que tristes gallos juglares
—de madrugada—
cantan un kikirikí

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/111/gallinita-blanca.html

ESPANTAPÁJAROS


 Autora: Elsa Bornemann

Espantapájaros

Espantapájaros,
cara de trapo,
estás llorando
desde hace rato.
Tus lagrimones,
color de paja,
los voy guardando
en esta caja
y a los gorriones
—tal cual pediste—
se los doy como
si fuese alpiste...
¡Ya a tu sombrero
de lluvia y plomo
suben ligero!
¡Ya picotean
—muertos de risa—
un remiendito
de tu camisa!
Lo tironean
hasta que vuela
a caballito
de alguna brisa...
y de la suela
de tu botín
—solo y gastado—
sacan piolín.
Espantapájaros,
ojos de trigo,
color prestado...
¡Tienes amigos!
¿No te han contado
que así, sonriendo
—nariz de higo,
cara de hollín—
vas pareciendo
el gran Chaplín?

EL TALLER DE LA SEÑORITA LLUVIA


Autora: Elsa Bornemann
                                          EL TALLER DE LA SEñORITA LLUVIA


Señorita Lluvia,
quiero conocer
en las nubes negras
su hermoso taller.
Señorita Lluvia,
¡véngame a buscar!
tras de la ventana
la voy a esperar.
Qué gotas tan lindas
sabe hacer usted...
Redondas... brillosas.,
que borran mi sed.
Gotas transparentes,
vestidas de gris...
¡Enséñeme a hacerlas!
¡Seré su aprendiz!
Señorita Lluvia,
déjeme pasar...
No tocaré nada.
Yo quiero mirar...
Ah... Me gusta verla
trabajando así...
Su abrazo mojado
regáleme a mí.
Señorita Lluvia,
toque, sea buena,
su charango de agua
que tan dulce suena.
 

EL SUBTERRÁNEO


Autora: Elsa Bornemann

                                                               EL SUBTERRáNEO


Bajo la tierra
corre ligero.
Viene y se va...
y yo lo espero.
Sé que es extraño
pero así fue:
del subterráneo
me enamoré.
Lo quiero tanto...
(él no lo sabe).
Oigo su canto:
es como un ave.
Un ave oscura
bajo la calle.
¡Cuánta hermosura
su largo talle!
Yo lo visito
todos los días...
Sólo un ratito...
¡y qué alegría!
Juntos paseamos
túneles viejos
y juntos vamos
lejos... muy lejos..
Pero una noche
como ninguna
mira los coches
(noche sin luna).
Sé que está triste
mi subterráneo...
No ha visto el sol
en tantos años...

EL REINO DE COSTURA

Autora: Elsa Bornemann

EL REINO DE COSTURA
Sucedió esta aventura
en el Reino de Costura.

Lloró una tarde Dedal:
—¡Ay! ¡Que todo nos va mal!

Y citó a sus compañeros,
juntito al alfiletero.

Con banderas y carteles
llegaron los carreteles.

Entonaron las tijeras
una marcha bochinchera.

Se acercaron los ovillos,
los botones más sencillos,

las agujas de coser
y hasta el último alfiler...

Dedal, nervioso, tosió
tuvo hipo y carraspeó.

De pronto dijo: —¡Atención!,
el Rey Broche de Presión

vive alegre en su castillo
de papel crepé amarillo,

soplando por el balcón
lindas pompas de jabón,

sin saber que estamos tristes
cual canarios sin alpiste...


Hay que ir a visitarlo
a nuestro rey e informarlo!
Todos pronto —¡¡¡Sí!!! —dijeron
y contentos aplaudieron.

—Pues entonces, compañeros,
que suba al alfiletero,

que dé ¡ya! un paso adelante
quien sea representante,

quien se marche como tal
hacia el palacio real

en cajita de carey
a protestar ante el rey.

Doña Aguja de Tejer
dijo: —Yo no sé qué hacer...

El Conde Alfiler de Gancho,
con su bastón y su rancho

y fumando un rico habano
dijo: —Me lavo las manos
Don Carretel de Hilo Rojo
—puro barba y anteojos—

dijo, en una voltereta,
—Es mejor que no me meta.

Alfiler de Cabecita
tarareó una vidalita

y alisándose el vestido
se hizo el desentendido.

El más gordo Ovillo de Hilo
se tomó su té de tilo,

se abanicó, en su sillón,
con la hoja de un malvón

y comentó con desgano:
—Yo no sirvo... soy anciano.

Doña Aguja de Crochet
hizo un paso de ballet

y girando se la vio
pero... desapareció.

Así entonces, cada cual,
se disculpó ante Dedal.

Y se fueron, en hilera,
las agujas... las tijeras...

Arrastrando los carteles,
el grupo de carreteles,

las agujas de coser
y hasta el último alfiler...

Archivó el caso Dedal...
y ya todo siguió igual.

CUENTO CON DOCE NI

 Autora: Elsa Bornemann



                                                             CUENTO CON DOCE NI
Conozco una ardilla
de nombre Azucena...
(ni mala ni buena).

Si tiene apetito
come cucuruchos
(ni pocos ni muchos).

Usa una tableada
falda color guinda
(ni fea ni linda)

y un par de sandalias
de algas marinas
(ni gruesas ni finas).

Con su amigo ardillo
Don Juan Federico
(ni pobre ni rico),

baila ella una jota
bien aragonesa
(ni sueca ni inglesa).
 

Cuento de mentira


Autora: Elsa Bornemann

                                                            CUENTO DE MENTIRA

Ayer me pidió Edelmira
un cuentito de mentira.

Que no, que sí, como ve
este cuento le conté:

"Vi una camaleona
con un camaleón

paseando hace un rato
y un negro ratón,

y para Edelmira
cuento el papelón

de la camaleona
con el camaleón:

Ella iba en bombacha,
él en bombachón.

Ella sin camisa,
él en camisón.

Él llevaba un bolso
y ella un bolsón,

ella con dos manchas
y él con un manchón.

Pero la pareja
me dijo: —Perdón

¡váyase al teatro
si quiere función!

Desaparecemos...
¡Abajo el telón!"

¿Cómo? ¿Qué dice, señor?
¡Hable alto, por favor!

¿Que nunca vi a camaleones
hacer tantos papelones

y ni conozco a Edelmira?
¡Si es un cuento de mentira!
OTRAS POESIAS DE Elsa Bornemann

Dónde dónde

Autora: Elsa Bornemann

DóNDE DóNDE

Dónde dónde
¿Dónde van las mariposas,
dónde van?
¿Las libélulas danzantes,
dónde están?
¿Y esa langosta acróbata
del jardín,
dónde se oculta con su hijo
saltarín?
¿Dónde se esconden mis bichos
cuando llueve?
¿Puede alguien responderme?,
¿alguien puede?
¿Y el torito, a su bonete
de arlequín
lo resguarda como el grillo
a su violín?
Quizá tengan ya las caras
tan mojadas...
y antenas, alitas, patas
empapadas...
Ah... ¡Que el sol ponga ya en marcha
su gran fragua!
Mis bichos no tienen botas
ni paraguas...

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/110/donde-donde.html


El espejo disttraído

Autora: Elsa Bornemann

EL ESPEJO DISTRAíDO


Tengo un espejo distraído.
Me marea con sus olvidos.
Sé que no lo podrán creer
pues —coqueta— me miré ayer
y él, como siempre está en la luna,
no reflejó imagen alguna.
Por supuesto, yo me asusté;
muy enojada lo reté.
Él, entonces, se disculpó
y enseguida me dibujó...
mas con la cara empañada
y media trenza borroneada.
Adivinen lo que pasó
cuando mi tío se miró
utilizando una gran lupa
y teniendo la gata a upa...
Pues mi espejo tan distraído
hizo una mezcla, confundido,
y mi tío se vio con cola,
bigotes, una mano sola,
el chaleco descolorido
y su cigarro en dos partido.
¡Y la gata casi se mata
al reflejarse con corbata!
Tengo un espejo distraído.
Me marea con sus olvidos.
Sé que no lo podrán creer
pues —coqueta— me miré ayer
y él, como siempre está en la luna,
no reflejó imagen alguna.
Por supuesto, yo me asusté;
muy enojada lo reté.
Él, entonces, se disculpó
y enseguida me dibujó...
mas con la cara empañada
y media trenza borroneada.
Adivinen lo que pasó
cuando mi tío se miró
utilizando una gran lupa
y teniendo la gata a upa...
Pues mi espejo tan distraído
hizo una mezcla, confundido,
y mi tío se vio con cola,
bigotes, una mano sola,
el chaleco descolorido
y su cigarro en dos partido.
¡Y la gata casi se mata
al reflejarse con corbata!
Tengo un espejo distraído.
Me marea con sus olvidos.
Sé que no lo podrán creer
pues —coqueta— me miré ayer
y él, como siempre está en la luna,
no reflejó imagen alguna.
Por supuesto, yo me asusté;
muy enojada lo reté.
Él, entonces, se disculpó
y enseguida me dibujó...
mas con la cara empañada
y media trenza borroneada.
Adivinen lo que pasó
cuando mi tío se miró
utilizando una gran lupa
y teniendo la gata a upa...
Pues mi espejo tan distraído
hizo una mezcla, confundido,
y mi tío se vio con cola,
bigotes, una mano sola,
el chaleco descolorido
y su cigarro en dos partido.
¡Y la gata casi se mata
al reflejarse con corbata!

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/95/el-espejo-distraido.html

Casita de papel

Autora: Elsa Bornmann

CASITA DE PAPEL

La casita de los versos
es de papel y chiquita,
pero allí cabe de todo
lo que uno necesita
en sus siete habitaciones
con sus siete ventanitas:
En una hay sueños violetas,
hay en la otra, sonrisas;
en la tercera, un gigante
bien dibujado con tiza
que guarda hermosas palabras
debajo de la camisa...
En la cuarta habitación
un cofre con musiquitas;
en la quinta, dos espejos
para ver cosas bonitas...
(por uno se ven los pájaros
y por el otro, estrellitas...).
En la sexta habitación
cubre paredes y suelo,
un jardín de tulipanes
con césped de terciopelo
y escalera-caracol
para ir a bailar al cielo.
En la séptima hay dos lunas
en el fondo de un baúl:
una huele a azúcar tibia,
la otra a perfume azul...
una usa hebillas de oro,
la otra moños de tul.
¡Ay! ¡Qué casa primorosa,
de papel y tan chiquita!
pero... . ¿han visto?, cabe todo
lo que uno necesita
en sus siete habitaciones
con sus siete ventanitas.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/96/casita-de-papel.html

Arañas modernas

Autora: Elsa Bornemann

ARAñAS MODERNAS

Paca es una araña
que —con arte y maña—
puso una botica
con su tía rica
allá, en el tejado
de un supermercado.
Y no hay quien atienda
como ella la tienda
pues vende de todo
con sus buenos modos:
tapados finitos
de piel de mosquito,
libros de bordado,
ñandutí importado...
¡y hasta maquinitas
de tejer chiquitas!
Arañas —¡horror!—
modernas, señor.
Ya nadie se extraña
viendo a las arañas
que en tienda de Paca
su crédito sacan
(a pagar —por vez—
seis moscas al mes)
porque necesitan
una maquinita.
Paca, con paciencia,
enseña la ciencia
de tejer las telas
a máquina y vela
sobre una columna
dando a sus alumnas
clases de tejido...
Es tan divertido
verlas en sus sillas
de ala de polilla,
veinticuatro horas
con la profesora
que en aquel tejado,
cual disco rayado,
su lección reitera,
con voz arañera...
”Aprendan y tejan,
niñas arañitas...
Así se manejan
estas maquinitas...”

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/101/aranas-modernas.html

Caracolada

Autora: Elsa Bornemann

CARACOLADA

Miren qué pareja
rara y elegante:
caracola enana,
caracol gigante.
Pasan por la playa
con la carpa a cuestas,
(para no perderla
se la llevan puesta).
Él usa un sombrero
de paja, bonito,
por dos agujeros
salen sus cuernitos.
Y su novia enana
luce, femenina,
anteojos blancos
y una capelina.
Con finos bermudas
él va por la playa
y la caracola
con bikini a rayas.
Pero un viento loco
los burla soplando
y allá, por el aire,
se lleva volando
bikini, anteojos,
sombreros, bermudas...
El queda sin ropas
y ella... ¡desnuda!
El caracol, triste,
tras ellos se lanza
y aunque corre y corre,
nunca los alcanza.
Y sin capelina,
sombrero ni guantes:
caracola enana,
caracol gigante.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/108/caracolada.html

Cuéntico bóbico para una nénica aburrídica

Autora: Elsa Bornemann

CUéNTICO BóBICO PARA UNA NéNICA ABURRíDICA

Una mañánica
de primavérica
hallé una láuchica
en la verédica.
Era muy rárica:
con dos mil rúlicos
sobre la cárica,
según calcúlico.
En su cartérica
guardaba heládico
de rica crémica
y chocolático.
Jugó a la abuélica,
también al ránguico,
pisa pisuélica
y bailó un tánguico.
Y muy ligérico
se fue en un cárrico
con su cochérico
y sus cabállicos.
No, no es mentírica
—cara de tórtica—
¿No crees nádica?
¡Pues no me impórtica!

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/103/cuentico-bobico-para-una-nenica-aburridica.html

Canción con sarampión

Autora: Elsa Bornemann

CANCIóN CON Sarampión

¡Ay! ¡Qué desesperación!
¡Mi pulpo con sarampión!
Sus tentáculos rosados
aparecieron punteados
con manchitas coloradas,
circulares y ovaladas.
Lo encontré muy afiebrado,
inmóvil y acurrucado
en una esquina del mar.
Llamé urgente al Calamar
por teléfono marino,
pues es el doctor más fino
inteligente y capaz
que se haya visto jamás.
Tan pronto el doctor llegó,
a mi pulpo revisó.
Lo puso en una pecera,
lo acomodó en la heladera,
hasta que, en un ratito,
la fiebre se hizo cubitos.
Entonces, lo retiró
y en su cuna lo abrigó
mientras que —con una aleta—
escribía la receta:
"Comprimidos de corvina
e inyecciones de sardina
y para el fuerte catarro
unos fomentos de barro".
Ha pasado una semana
y ya mi pulpo se sana
mas —¡oh, desgracia espantosa!—
su enfermedad contagiosa
se ha transmitido en el mar
y ahora puedo observar
los cangrejos con puntitos,
afiebrados cornalitos,
la ballena acatarrada
y las langostas manchadas.

Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/105/cancion-con-sarampion.html

Abanico

Autora: Elsa Bornemann


 El pobre abanico
quedó en el baúl,
junto al miriñaque
y la cofia de tul.

En traje de seda
con flores de azahar
—pintadas a mano—
ya no va a pasear.

Nadie lo recuerda...
Todos tienen prisa...
Ninguno le pide
su baile de brisa.

La gente prefiere,
al ventilador
o a su rico nieto,
acondicionador.

Por eso, en las noches
tibias como mantas,
busco al abanico
y le digo: —¡Me encantas!

Y él, regalando
su frágil aliento,
vuelve a ser —dichoso—
danzarín del viento.
Fuente: http://www.cuentocuentos.net/poesia/116/abanico.html

YO

Autora: Elsa Bornemann
                                                                      Yo

Yo, el desvergonzado,
travieso, alocado,
que por ti me atrevo
y todo lo prueblo:
magia, equilibrismo
o malabarismo;
que bailo con zancos
o salto los bancos,
que ensayo piruetas
con mi bicicleta
o ando de cabeza
con las piernas tiesas;
que hasta disfrazado
paso por tu lado
para que me mires...
para que suspires
por el superpibe
que todo lo consigue...
no me animo, hermosa,
a hacer una cosa,
la más sencillita,
tan dulce y bonita
como tu mirada
-pichoncito de hada-
Ah, que tengo miedo,
que no, que no puedo
decirte un sincero
¡te quiero! ¡te quiero!

Cuando sea grande

Autora: Elsa Bornemann

"¿Qué vas a ser cuando seas grande?", me pregunta todo el mundo. Y aparte de contestarles: "Astrónomo" (o "colectivero del espacio"…, porque nunca se sabe…), tengo ganas de agregar otra verdad: "Cuando sea grande voy a tratar de no olvidarme de que una vez fui chico. "

Recuerdo que –cuando aún concurría al jardín de infantes–mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:
–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.

–¡No es cierto! –grité– ¡El mundo está lleno de gigantes!

¡Para los nenes como yo, todas las personas mayores son gigantes!

A mi papá le llego hasta las rodillas. Tiene que alzarme a upa para que yo pueda ver el color de sus ojos… Mi mamá se agacha para que yo le dé un beso en la mejilla… En un zapato de mi abuelo me caben los dos pies…

¡Y todavía sobra lugar para los pies de mi hermanita!


Además, yo vivo en una casa hecha para gigantes: si me paro junto a la mesa de la sala, la tabla me tapa la nariz…

Para sentarme en una silla de la cocina debo treparme como un mono, y una vez sentado, necesito dos almohadones debajo de la cola para comer cómodamente.

No puedo encender la luz en ningún cuarto, porque no alcanzo los interruptores. Ni siquiera puedo tocar el timbre de entrada. Y por más que me ponga de puntillas, ¡no veo mi cara en el espejo del baño!

Por eso, ¡cómo me gusta cuando mi papi me lleva montado sobre sus hombros! ¡Hasta puedo arrancar ramitas de los árboles con sólo estirar el brazo!

Por eso, ¡cómo me gustaba ir al jardín de infantes!
Allí hay mesas, sillas, armarios, construidos especialmente para los nenes.

Las mesas son "mesitas"; las sillas son "sillitas"; los armarios son "armaritos"…

¡Hasta los cubiertos son pequeños y mis manos pueden manejarlos fácilmente! También hay una casita edificada de acuerdo con nuestro tamaño. Si me subo a un banco, ¡puedo tocar el techo!

Sí. Ya sé que también yo voy a ser un gigante: cuando crezca.

¡Pero falta tanto tiempo!

Entre tanto, quiero que las personas mayores se den cuenta de que hoy soy chico, chiquito, chiquitito.

¡Chico, chiquito, chiquitito, en un mundo tan grande!

De gigantes. Hecho por gigantes.

Y para gigantes.
 

La eñe también es gente


Autora: María Elena Walsh

La eñe también es gente

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? "La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.         
Fuente:   http://www.me.gov.ar/efeme/mewalsh/laenie.html